domingo, 26 de junio de 2011

El Jardín de las Tres Culturas

“Y cuando la Mente inició el movimiento,
Estaba separada de todo lo que era movido
Y todo cuanto la Mente movió quedó separado;
Mientras las cosas se movían y eran divididas,

La rotación aumentaba grandemente su proceso de división”.


Fr. 13, Simplicio, Phys. 300, 31

(Referencia a Anaxágoras de Clazomene)

El Jardín de las Tres Culturas, obra de la paisajista argentina Myriam Silber Brodsky, está situado dentro del Parque Juan Carlos I de Madrid, y pasa por ser un notable ejemplo de arquitectura semiótica, destinada a hacernos llegar un mensaje a través del lenguaje de los distintos elementos que lo componen. Al margen de aquéllos que tienen una más clara referencia, será la geometría la que dote al conjunto de un discurso unitario, la que nos haga llegar el sentido profundo de la obra proyectada: la existencia de una esencia última y trascedente a las diferentes y equiparables culturas deviene en la implantación de los valores éticos universales de la tolerancia y la convivencia.

El Jardín, si bien no compone un círculo cerrado, se configura en base a una estructura circular que se expande desde un punto central desde el que se irradian círculos concéntricos que, a modo de gradaciones del ser, dan lugar al surgimiento de ciertos elementos cuadrados. El punto central y el círculo irradiado desde él, simbolizan la perfección, la homogeneidad frente a la estabilización e inmovilismo que denotan los elementos cuadrados, copias éstos defectuosas de aquél. Dicho de otro modo, y centrándonos en el mensaje que expresa el Jardín, el Paraíso ideal y perfecto tiene sus manifestaciones mundanas en las diferentes culturas y religiones. En este caso concreto, serán estas manifestaciones las correspondientes a las culturas cristiana, islámica y judaica, las que convivieron en España durante la Edad Media.

EL PARAÍSO: El trayecto por una pasarela, a modo de viaje iniciático, desemboca en una elemento desde cuyo centro se levantan dos pilares de hormigón que simbolizan El Árbol de la Vida, vínculo del hombre con lo trascendente; desde allí se abren paso cuatro acequias, representando los cuatro ríos que surcaban el Paraíso según el Génesis, que desembocan en otra que, circundando la zona, la estructura de forma circular. Desde allí descienden tres escalinatas hacia los jardines que simbolizan cada una de las tres culturas, dando así a entender, por estar en una situación de elevación con respecto a éstos, la trascendencia y supremacía jerárquica de aquél.

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Los jardines, que representan a cada una de las culturas, tienen una planta cuadrada y están al mismo nivel unos que otros, indicando así la equiparación jerárquica de cada una de ellas. También quedará reflejado en ellos el intento de estas culturas por recrear en la tierra el Paraíso a ellas trascendente.

EL VERGEL DE GRANADOS (El Jardín Judío): Emulando el trazado ortogonal de las ciudades de la antigua Judea, queda el firme del jardín delineado en base a una cuadrícula únicamente rota por el dibujo de la estrella de David, el cual queda ligeramente ladeado con respecto del centro. Del interior de la estrella surge una fuente en alto cuya agua emanada baja por una estructura espiral hasta una acequia que, recorriendo irregularmente el recinto, desemboca en una alberca. El recinto se halla delimitado por la imitación de unas murallas de una imaginaria ciudad judaica.

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LA ESTANCIA DE LAS DELICIAS (El Jardín Islámico): La perfecta geometría del jardín islámico, que hace referencia al refugio del orden implantado en su interior frente al caos externo, queda sustentada en por un octógono en cuyo centro se levanta un pabellón con puertas direccionadas a cada uno de sus lados. Dentro del mismo se erige una fuente que la que mana el símbolo de la vida, el agua, que, rebalsando su plato, anega un estanque inferior al pabellón mencionado del que parten dos acequias que desembocan en sendas tranquilas acequias.

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EL CLAUSTRO DE LAS CÁNTIGAS (El Jardín Cristiano):
Emulando el claustro de un convento, una columnata perimetra el cuadrado recinto en cuyo centro se erige un templete cuya forma evoca los arcos de medio punto de una catedral gótica. Tan templete queda circundado por un graderío que delimita cuatro pequeños estanques. Desde el punto central se extienden cuatro trayectos que estructuran la planta del jardín en forma de cruz. Particularmente significativa es la colocación de una campana que pende del pórtico de entrada al jardín, elemento no sólo destinado a llamar a los fieles sino al exorcismo de los males provenientes del exterior.

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En definitiva, el lenguaje de la geometría implantado en la arquitectura nos trasmite ese mensaje que Myriam Silber Brodsky quiere hacernos llegar: no sólo las culturas y religiones de este mundo no son superiores unas a otras, sino que son meramente contingentes. Esta idea queda todavía corroborada con el hecho de que el círculo en el que se proyecta el jardín no está físicamente concluso, pudiendo dar a entender que podría haber otras manifestaciones mundanas del mismo Paraíso central del mismo rango que las ya existentes. En definitiva, la necesidad de un Dios en sentido metafísico frente a lo accesorio de las religiones.

El Jardín de las Tres Culturas se inició en Diciembre de 1990 para quedar terminado en Marzo de 1992.

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